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En un mundo como el actual, en el que recibimos miles de mensajes y estímulos cada día, se hace más difícil conseguir comunicarnos de manera efectiva. Percibimos que es fundamental elaborar un discurso creíble, coherente y consecuente con el mensaje que buscamos trasmitir, y así conseguir que el receptor del mensaje interprete la información en el sentido que le pretendemos dar.

El proceso comunicativo consiste en la emisión y recepción de mensajes entre dos o más personas con el objetivo de aportar u obtener información acerca de un determinado asunto. Para que esto se produzca es necesario que exista un emisor, que envía información a un receptor o receptores, un emisor que la recibe y el propio mensaje en sí. Cuando esta información, que pueden ser un texto escrito, un mensaje de voz o un gesto, la recibe el emisor, este debe descodificarla para comprender el mensaje enviado. Una vez recibida y descodificada, se invierten los papeles, convirtiéndose el receptor en emisor y así sucesivamente llevándose a cabo un proceso de comunicación que puede tener diferentes grados de eficacia.

Desarrollar las capacidades de comunicar, transmitir y persuadir, nos ayudará en presentaciones públicas, negociaciones, tratos con clientes o proveedores y en nuestra vida personal.

Para conseguir la máxima eficacia en la trasmisión de estos mensajes e incrementar la posibilidad de persuadir a nuestro interlocutor, debemos contemplar una serie de aspectos clave que maximicen la eficacia de este proceso y conseguir así que lo que deseamos trasmitir llegue al destinatario de manera clara y con el menor ruido posible.

Hace más de 2.000 años, en su retórica Aristóteles nos hablaba de tres formas de persuadir cuando intentamos comunicar un mensaje a una audiencia: apelando al ethos, apelando al pathos y apelando al logos.

La apelación al ethos atañe al afecto y la moral y corren por cuenta del emisor del discurso y de la percepción por la audiencia de su credibilidad, autoridad y honestidad. Mediante este tipo de persuasión, somos capaz de inspirar confianza a nuestra audiencia.

El segundo tipo de apelación, la apelación al pathos, se basa en aspectos afectivos que recaen sobre el receptor del discurso. La razón vence, pero la emoción convence.

Y por último la apelación al logos conecta directamente con el razonamiento lógico de la audiencia y su percepción sobre el contenido del mensaje reforzado por las evidencias que se pueden aportar.

 

Si no podemos cambiar la realidad de nuestro mensaje, podemos cambiar la percepción del mismo.

 

El éxito comunicativo y el talento persuasivo son claves para crear mensajes institucionales y corporativos que generen confianza, credibilidad e influencia y esto se consigue potenciando habilidades y conociendo herramientas eficaces para transmitir mensajes claros, vivos y que muevan a la acción, así seremos capaces de enfrentarnos con soltura y dominio a las audiencias más exigentes.

Cuando diseñamos nuestro mensaje debemos sintetizar de manera clara nuestra idea desarrollando nuestro propio argumentario, razonándolo y apoyándolo con evidencias.

Tras haberlo estructurado, es el momento de lanzarlo a nuestra audiencia. Debemos conseguir que la audiencia nos perciba como parte de ella, vencer su reactancia y ganarnos su confianza. Mediante el uso de conectores, u otra técnica de adhesión inicial, podremos conectar con ella, incrementado la empatía y haciendo uso de nuestro conocimiento sobre inteligencia emocional y lenguaje no verbal. Es el momento de dominar el espacio, controlar nuestros delatores de nervios y vencer el miedo a hablar en público. Hacer uso de estos recursos del debate y la oratoria, incluso recurrir al uso del storytelling, nos permite rebajar el umbral de resistencia de nuestra audiencia, mejorando de manera sustancial la facilidad de recepción de nuestro mensaje.

Queda claro que el proceso de sintetizar una idea y su posterior trasmisión no es algo banal. Realizar una presentación y que ésta llegue a nuestra audiencia convenciéndola de nuestra propuesta no es nada fácil. En cualquier caso, podemos hacer uso de multitud de aplicaciones y herramientas audiovisuales que nos ayudarán a reforzar el proceso comunicativo, desde las más tradicionales basadas en diapositivas hasta las más novedosas que permiten crear de manera fácil vídeos animados.

Parece que está claro que la formación en habilidades comunicativas es ya una herramienta decisiva a la hora de hacer a las personas más competitivas en el entorno laboral, ayudándole a vencer las barreras del proceso comunicativo, mejorando la autoestima y confianza. Como el buen comunicador nace y también se hace, en los programas de Fides incluimos a petición del cliente, espacios dedicados a la comunicación eficaz.

Te animamos a adentrarte en estas habilidades. Lo disfrutarás.

 

 

Francisco Bello